Querida Liliana:
El 19 de septiembre fui a ver la exposición de tu obra y la de tus estudiantes del IEMS, plantel Belisario Domínguez, que fuera inaugurada unos pocos días antes, el 13 de septiembre, como homenaje in Memoriam a tu trabajo. Encontré la casona en donde solías dar tus clases, probablemente tal y como la recuerdas, con su portón negro bien alto y de puertas abiertas, bajo el balcón de piedra carcomido por el tiempo y los avatares tectónicos de la historia. Cuando entré a la Escuela de Arte Nahui Olin encontré las flores que se instalaron en tu memoria, desde el segundo piso del edificio y que, ya secas, pero aún aromáticas, colgaban de cabeza: gardenias, narcisos, margaritas, nubes, crisantemos e inesperadas aves de paraíso, todavía sosteniendo su mandíbula abierta anaranjada. En las paredes, permanecen los murales a los que pertenece tu presencia de lucha como testigo de la resistencia colectiva frente a la productividad mercantil mundializada: asamblea de vecinos, orden del día, información, unión, campamentos, monumentos, historia, comisión técnica, mesa directiva, mujeres, expropiación, vecindades, ¡alto a los desalojos! ¡Basta de pagar renta! ¡No hay empleo, no hay vivienda! Derechos humanos. Democracia. Las protagonistas de los murales son mujeres e infancias organizadas enfrentando la represión, la carencia y el despojo. Puras mujeres. Mujeres como tú. Hasta me pareció verte ahí, con ellas…
Entré a la primera habitación de la casa en donde un letrero rojo con mayúsculas negras, me indicó: “MAESTRA LILIANA. EXPOSICIÓN ALUMNOS”; junto a este, otro más, en negro con letras blancas: “A palabras Nazis, yo doy oídos rojos”. Ahí estabas, amiga. Fui ese día, porque me avisaron que sería la última oportunidad para ver tu trabajo expuesto. Apenas llegué a tiempo. Algunas de tus flores estaban por ser retiradas, arrinconadas en cubetas. Uno de los cuadros ya había sido descolgado (o se cayó) y esperaba sobre el piso, recargado en la pared. Apenas llegué a tiempo. Las obras no tenían cédulas, ni ninguna ficha informativa. Pregunté a uno de los muchachos y luego a otro. No sabían. No importa, ahí estabas tú. A las 12 horas en punto, sonó la alarma sísmica como simulacro de la fecha conmemorativa. 19 de septiembre. 19 de septiembre. 19 de septiembre. 1985. 2017. 2025. Tres veces 19 de septiembre. Al salir vi la placa del edificio: “UNIÓN DE VECINOS Y DAMNIFICADOS 19 de septiembre”. La UVyD organizó tu homenaje y sigue trabajando junto con PROTARTE y otros colectivos para sostener la roca herida de este lugar, de esta escuela o centro cultural, con talleres y clases de música, canto, danza, teatro, artes plásticas, conferencias, debates y demás actividades, desde una perspectiva que lucha por romper los estigmas sobre la discapacidad psicosocial.
Una vez que volvió el silencio, regresamos a ver la exposición. El dibujo con gises de colores sobre papel Kraft guarda el gesto de tu firma, junto a la de tus estudiantes. Me acordé de los videos que me compartiste y en donde se te veía tan contenta caminando, rodeada de tus jóvenes, por entre el bosquecito al que los llevabas, haciendo pausas aquí y allá, en cualquier pequeño claro, para dibujar lo que el paisaje les regalaba en el camino. Vi los grabados. Las denuncias. NO MÁS VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES. PELEA COMO UNA MUJER. FUE EL ESTADO. TLATELOLCO. AYOTZINAPA. 1968. 2014. Vi los magueyes. La virgen. MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES EN EL MUNDO. 2 de OCTUBRE. Ahí estabas, amiga. Ahí estabas, junto a la ventana, en un paisaje verde y rojo, sensación táctil de texturas gruesas en laberinto de columnas largas. Junto a ti, el tríptico que hace registro de tu trabajo y al que me invitaste a participar con un texto dedicado a tu trayectoria. No quise releerlo, pero, lo acomodé en el centro de la habitación sobre una mesita de madera, con la intención de que quien entrara después de mí lo encontrara disponible. Ahí estás, amiga. Al otro día hubo danza en la calle que los vecinos cerraron con ese propósito. No pude ir. No quise regresar y me he tardado en escribirte. La memoria se transita en su propio tiempo de tristeza perfumada y cariños silenciosos. Hay que tener paciencia. Pero, ahí estás, amiga. Aquí estás y la lucha sigue.
FOTOGRAFÍAS: Verónica Albarrán
Antes de entrar al teatro: La curiosidad se dispara cuando la publicidad de la obra teatral nos promete abordar un tema sensible, relevante y de gran trascendencia histórica para todas y todos quienes vivimos en la Ciudad de México: un posible temblor de inusitadas magnitudes se pronostica azotará la vida urbana del monstruo en que nos situamos. De inmediato, el imaginario de una memoria colectiva se pone en juego a través de las imágenes, sensaciones, aromas y sonidos (alarma sísmica) que nos han tatuado el registro corporal de los recuerdos. Incluso el gesto del puño levantado en la exigencia de un obligado silencio que, por cierto, se ha desplazado como estrategia colectiva para otras actividades masivas, en donde la emergencia de la vida acontece a mitad de la marcha, el concierto, o la asamblea... también, y sobre de esto, los asuntos no resueltos que siguen constituyendo lucha para los colectivos de vecinos organizados a fin de recuperar las viviendas perdidas, derrumbadas, hech...









Gracias
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