El ejercicio polifónico da inicio con la atmósfera de un mercado. ¡Qué mejor espacio-tiempo para preguntarnos sobre la identidad de lo que somos! El rumor de la vendimia en la gritería de actores y actrices arma la atmósfera de lo que hubiera sido la gran Tenochtitlán del México prehispánico y luego, casi inmediatamente, se modifica el barullo rumbo al tiempo colonial que, con su música, anega la imaginación del respetable convocado. Todo apenas sugerido. Entonces, el sistema de castas con sus identidades variopintas -criollos, mestizos, mulatos y hasta el saltapatrás- es mencionado en la conversación donde, muy afortunadamente, el tonito chilango que alarga las vocales y nos remite a nuestro tiempo, va narrando la mezcolanza del imaginario monstruoso durante el dominio español en América, como marea de lo que habremos de escuchar hasta inundarnos. Es el presente que se funde con aquel pasado que todavía hoy nos resucita en la verbena. Así, el novohispano en la música barroca arma su r...
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