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Sobre la tesis propuesta por la obra Bonsái: "no sé si estoy tan de acuerdo con eso, pequeña Yolo"

Por lo menos, ha habido dos intentos anteriores de levantar el proyecto de una compañía de teatro de la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT).

Uno de estos, a través del montaje de la obra “El departamento de Zoia” del escritor, dramaturgo y médico soviético, Mihail Bulgakov, quien es conocido por haber contribuido con sus obras al Teatro Arte de Moscú del investigador teatral Konstantín Stanislavski y, por supuesto, por las novelas de contenido crítico que nos legara sobre la sociedad de su tiempo: “Corazón de perro” y “El maestro y Margarita”, entre otras.

“El departamento de Zoia” fue dirigida por el maestro José Solé (q.e.p.d.) de quien hoy celebramos la fecha de su nacimiento, por la trayectoria destacada en su producción, reproducción y circulación de una memoria teatral, que incluye -entre otros tesoros- la herencia de maestros como: André Malraux, Clementina Otero, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo y Fernando Warner, entre otros.

La segunda tentativa corresponde a la puesta en escena de “La Lozana Andaluza”, con la adaptación y dirección de Claudia Ríos sobre la novela de Francisco Delicado, quien retomara la tradición de “La Celestina”, considerada un híbrido entre novela y drama, sobre la transición social, política y económica ocurrida entre los siglos XV y XVI. Este montaje pudo realizarse gracias al apoyo que la mencionada directora recibiera de la beca nacional de Creadores y el ímpetu colaborativo de la dirección de la ENAT en turno.

Sin embargo, en su mayoría por falta de apoyo económico que dé seguimiento a estas iniciativas, el proyecto de una compañía de teatro de la ENAT no ha echado raíces como para desarrollar un discurso en el que los jóvenes estudiantes y egresados de dicha institución puedan desplegar su trabajo, luego de haber terminado los estudios profesionales.

Comienzo de este modo, pues, me parece importante lanzar una invitación a hacer memoria que nos evite arrancar de cero, cada vez, una vez más; a fin de colaborar a que los esfuerzos construyan tejido en el tiempo y se enriquezcan con las experiencias anteriores para fortalecer las esperanzas del futuro.

En este sentido, resulta importante que la dirección de la ENAT y la iniciativa del estudiantado impulse, nuevamente, el proyecto de una compañía teatral que, esta vez, se anuncia como investigación del lenguaje liminal entre la danza y el teatro.

Celebramos el esfuerzo y deseamos que el trabajo se continúe lo suficiente como para dar ricos frutos.

En torno a la puesta en escena “Bonsái”:

Coincidimos con la urgencia de problematizar el mundo contradictorio y complejo que vivimos, harto de guerras, explotación alienante, pobreza, individualismo egoísta, corrupción y demás enfermedades que nos habitan, hasta la médula de los huesos, en este patriarcado productor de mercancías. Y, por eso, justamente, pensamos que es preciso asumir la responsabilidad de la producción, en este caso desde la práctica artística, cuando aquello que imaginamos y luego ponemos en circulación con el público, termina por materializarse; es decir, hacerse parte del mundo que vivimos. Entonces, se hace preciso preguntarnos: ¿qué sensaciones, percepciones, afectos, modos de ser y pensar estoy sembrando con el imaginario que pongo en la escena?

En este sentido, el abordaje que advierte sobre las consecuencias ecológicas de la productividad mercantil capitalista mundializada, resulta una herramienta útil para colaborar en la lucha contra la vida infame. Sin embargo, sobre de esto último, quisiera traer a colación el análisis realizado por la historiadora y doctora en filosofía, Ellen Meiksins Wood:

Tampoco pienso que el capitalismo pueda evitar la devastación ecológica. Tal vez pueda instituir cierto grado de cuidado de la ecología, sobre todo porque es posible comercializar de manera rentable la tecnología de protección ambiental. Pero la irracionalidad esencial del impulso a la acumulación capitalista, que lo subordina todo a las exigencias de la autoexpansión del capital y el llamado crecimiento, es inevitablemente hostil al equilibrio ecológico. (…) No obstante, debemos agregar que las cuestiones de la paz y la ecología no son muy aptas para la generación de grandes fuerzas anticapitalistas. No constituyen fuerzas sociales porque sencillamente no tienen una identidad social específica, o al menos no la tienen excepto en el punto en el que se intersecan con las relaciones de clase, como en el caso de las cuestiones ecológicas planteadas por el envenenamiento de trabajadores en el lugar de trabajo o la tendencia a concentrar la contaminación y los desechos en los barrios de la clase trabajadora, en vez de hacerlo en los barrios residenciales privilegiados. (335)

De este modo, Meiksins Wood, nos invita a elevar nuestros esfuerzos a lo histórico-concreto que abre alternativas para trascender la brutalidad destructiva de la modernidad mercantil, desde la perspectiva de la lucha de clases, dado que ésta última resulta imposible de ser absorbida por el capitalismo enajenante que destruye la vida.

En este sentido, también podemos coincidir con el profesor de geografía en la Escuela de Medio Ambiente, Educación y Desarrollo, miembro del Instituto Urbano de Manchester, Erik Swyngedouw, cuando, entre signos de admiración, lanza el título de su artículo “¡La naturaleza no existe! La sostenibilidad como síntoma de una planificación despolitizada”.

¡La naturaleza no existe! Es decir, la naturaleza no existe como concepto abstracto separado de la vida humana. Me explico: por un lado, la naturaleza no es la idealización del paraíso verde o la utopía robinsoniana en el anhelo por retornar a un supuesto edén de absoluta pureza inmutable. Ni, por otra parte, la humanidad y su intervención en el mundo es sustancia sin posibilidad de cambio o transformación; esencialidad estática que resulta simplemente mala y destructiva por antonomasia.

En esto, muy cerca estuvo el dramaturgo y director escénico Hugo Martínez Bolaños, de llegar a la necesaria perspectiva que no disocia a la naturaleza de lo humano, cuando uno de sus personajes se cuestiona: al igual que el castor que aprovecha los recursos naturales para hacer sus presas, ¿el ser humano hace lo mismo en la construcción de arquitecturas, caminos, transportes y demás?

Desarrollar ese cuestionamiento, tan aparentemente sencillo, hubiera evitado considerar a lo humano como una esencia cerrada, incapaz de esperanza para sobrevivir en el mundo. Sin embargo, la conclusión de la obra decide acorralarnos entre los afectos tristes y resignados que ofrecen, como única salida, la aniquilación de la vida humana.

Es preciso no dejar pasar de largo el terrible riesgo en que nos pone esta tesis, ante una realidad que sigue luchando -como proceso histórico rumbo a la trascendencia de la modernidad mercantil (y porque el capitalismo no ha sido desde siempre, sino que tiene un origen histórico y concreto)- contra el genocidio en Gaza, por poner solo un ejemplo de ignominia.

Con esto, no puedo evitar recordar la muy conocida frase del filósofo y psicoanalista esloveno, Slavoj Žižek, cuando se queja y nos reclama -ante la multiplicación de discursos apocalípticos- que nos permitamos primero imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.

Ahora bien, me parece que la compañía de teatro físico de la ENAT -con toda su bellísima fuerza de juventud- está a tiempo de virar el rumbo hacia la necesaria lucha de la irrenunciable esperanza que aparece en el análisis crítico y riguroso de los problemas comunes.

En esto, un ejemplo a tomar en cuenta para aprender y compartir, nos lo hace la investigadora del CENIDIAP -ganadora del premio nacional al desempeño académico en investigación- Cristina Híjar, cuando nos invita a escuchar la digna rabia de los pueblos que defienden la vida, hoy, 28 de julio, a las 19 horas, en la transmisión virtual de la página de Facebook: Asamblea Nacional por el Agua y la Vida.

Bonsái se estrenó el 17 de julio y tuvo temporada hasta el 27 de julio, en el Foro de las Artes del Centro Nacional de las Artes, con la dramaturgia y dirección de Hugo Martínez Bolaños, y las actuaciones de Andrea Aguilera, Andrea Cedeño, Andrea Lara, Alejandro León, Citlalli Chong, Natalia Leza y Ximena Sotomayor.

 

Referencias bibliográficas:

Meiksins Wood, Ellen. La democracia contra el capitalismo. Verso, 2023.

Swyngedouw, Eric.¡La naturaleza no existe! La sostenibilidad como síntoma de una planificación despolitizada”: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3762434.pdf








FOTOGRAFÍAS: Verónica Albarrán















 

Comentarios

  1. Muchas gracias por compartir tus textos, Verónica Albarrán: salud y buenos días

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  2. Excelente aportación! !Gracias!

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