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NUBES ATIBORRADAS LLOVIERON SUEÑOS O LAS PERSPICACIAS DEL AMOR. UN TRATADO SOBRE EL AMOR EN CINCO ENTES

En principio, resulta importante decir que el espacio cultural del Teatro La Capilla -fundamentalmente bajo la dirección artística de Boris Schoemann-  constituye un espacio fértil para el trabajo de colectivos y artistas teatrales independientes que encuentran, en este sitio específico de la Ciudad de México, un lugar privilegiado para la investigación teatral, puesto que se hace posible la experimentación libre, franca y desentendida de cualquier atadura institucional, ante la búsqueda por detonar lenguajes y discursos sobre nuestra realidad y nuestro tiempo. De este modo, la comprobación de los trabajos autónomos en su encuentro directo e íntimo con el público asistente, construye conocimiento y abre paso para el trabajo de jóvenes agrupaciones teatrales dedicadas a la exploración de la escena y, en esto, al planteamiento de sus disertaciones sobre el mundo que somos y a la materialización de sus correspondientes estéticas resultantes.

Es así como, el teatro fundado por Salvador Novo, con el apoyo del arquitecto Alejandro Prieto y que abriera por primera vez sus puertas en 1953, sigue fiel a su tradición de vanguardia, donde se convoca a la poiesis de nuevos sujetos como semilla de lo que será el teatro del mañana. En este sentido, el público que asista a su cartelera podrá experimentar el empuje constante de propuestas experimentales, cuyo mayor mérito se dibuja en el arriesgado ejercicio de poner el cuerpo para la investigación teatral. 

Este es el caso del colectivo LabTeatro con su propuesta de Nubes atiborradas llovieron sueños o las perspicacias del amor. Un tratado sobre el amor en cinco entes, que se presenta en el Teatro La Capilla todos los jueves, hasta el 29 de Junio, a las 20 horas. 

La voz de un amor adolescente que se debate entre el sufrimiento adolorido del reproche, el deseo carnal por la piel despierta y los resquemores de la tierna juventud, se fragmenta en la dramaturgia de Enrique Aguilar a través de la voz y el cuerpo de seis actores cómplices.  Jóvenes -tan jóvenes que son casi niños- descubriendo muy apenas aquello que los constituye para amarse, los cuerpos son eje de la puesta en escena sembrada dentro del espacio negro que arma la arquitectura abovedada del teatro. Los actores van vestidos con el uniforme femenino de la secundaria pública, de modo que se homologan en un solo cuerpo andrógino. Se besan, se tocan, se golpean, se frotan, se escupen, se acarician entre ellos, a veces groseramente y otras con atisbos de pudores contenidos. De este modo, la puesta en escena dibuja la búsqueda de una provocación erótica que termina por reventarse en las anécdotas púberes y la fiesta quinceañera.

Un montaje que explora sobre la futilidad de los primeros amores, resulta -me parece- quizá semilla para pensar en el erotismo requerido por las jóvenes audiencias, ávidas de encontrar sus primeras rebeldías, y a fin de subvertir la enajenación y la violencia de la represión patriarcal en que vivimos.

La obra esta dirigida por Enrique Aguilar y cuenta con la actuación de Alberto García, Derek Arnauda, Alexis Muñoz, Raúl Josephe Meléndez, Gabriel Sedglach y Daniel Bolaños.

Para seguir a estos artistas: @LabTeatro


Fotografía: Verónica Albarrán






Diseño de cartel: Miguel Ángel Estrada.

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