Llegamos poquito antes de las cinco de la tarde y ya había un montonal de gente ocupando la explanada de la Plaza de las Artes del CENART, en donde se realizaría la inauguración de la exposición organizada por el CENIDIAP, en colaboración con el INAH e integrantes del programa Jóvenes Construyendo el Futuro. Los asistentes se conocen entre sí: intercambian abrazos, sonrisas, apretones de mano, besos y conversaciones de todo tipo. La concurrencia es familiar, hay niños, niñas, bebés, jóvenes y sobre todo gente de la tercera edad, que ha sido y es compañera de la lucha compartida en el recorrido de una vida dedicada a la praxis estética libertaria. Reunidos, pues, a pesar de la lluvia que comenzaba de a poquitos a refrescar el ambiente, los colegas, estudiantes, discípulos y familiares más cercanos del Maestro Alberto Híjar, escuchamos los discursos inaugurales. Se habló de la imperiosa necesidad de afectar todo el proceso histórico, consigna irrenunciable para cualquier actividad ...
En el escenario hay una casa. Una casa que se asemeja, más bien, a una especie de jaula. En la mesa del comedor de esta casa-jaula, un hombre y una mujer, ya entrados en años, deambulan la conversación insulsa de un diálogo disociado, roto, absurdo. Imposibilidad de comunicación. Las palabras se encuentran vacías: -la sopa está desabrida- dice él, mientras ella contesta -quisiera tener alas-. La estructura del lenguaje habitual con que este matrimonio establece el cartabón de todos los días, ha sido vaciada hasta lo insípido, igual que la sopa sin sal. No hay ninguna prisa, tampoco trabajo que los ocupe, no queda esperanza. Quizá una, nada más: la de que, en otro lugar, lejos, muy lejos, existe la alegría. Pero, no, la televisión dice que allá afuera el mundo es terrible, sangriento, brutal. Qué suerte tenemos de estar aquí y no allá, dice él. ¡No te vayas! ¡Suelta la maleta!, le dicen los dos a su hijo, cuando el joven, ya de 35 años, intenta arriesgarse por primera vez a una vida fue...