Teníamos pendiente: PIEZA EN PROCESO

 La quinta tesis sobre arte y clases planteada por el crítico, Ben Davis, indica que toda actividad artística tiene un sentido humano básico y general, del cual ninguna profesión específica o clase social posee exclusividad. Esto, abre el espacio para pensar que la potencia transformadora del arte es capacidad de cualquiera que se anima a la producción del mundo. Y, cuando decimos cualquiera nos referimos, también, por supuesto, a las personas con discapacidad, quienes -a pesar de las dificultades que plantea una ciudad global monstruosa- despliegan habilidades extraordinarias, en tanto resistencia frente a la urbanidad grosera de nuestros tiempos.

 

De este modo, Teatro Ciego Mx y TransLímite (Alternativa escénica) ofrecen una “Pieza en proceso” que destaca por armar tejido interdisciplinario de una serie de testimonios, donde las y los escenificadores defienden su derecho humano a la expresión artística. Desde el cuerpo que les ha tocado vivir, son capaces de producir sensibilidades que amplifican sentidos generalmente disminuidos en la cotidianidad: mirar desde las manos, escuchar en lo oscuro, hablar a tientas. 

El ejercicio sensible detona reflexiones críticas que abordan todo tipo de preocupaciones compartidas; es decir, seamos capaces de ver con la luz de nuestros ojos, o a través del calor de la piel, la denuncia constante busca desvelar lo que ha quedado subsumido por la enajenación capitalista. La puesta en escena en el Teatro Santa Catarina ilumina la crueldad de los procesos de explotación que se acuerpan hasta el síntoma insoportable y para liberar la carne del hábito malsano.

 

“Pieza en proceso” es un manifiesto colectivo en el que voces diversas articulan el grito de la realidad desesperada. Sin embargo, no hay estridencia; por el contrario, cada mosaico constituye la voluntad de una esperanza:

1)    La mirada táctil se pone en riesgo desde una performatividad acrobática, donde se juega el equilibrio de un tiempo lento, respirado y suave que no sólo realiza cargadas con que se funden los cuerpos; sino que, arriesga el acto circense suspendiéndose sobre telas apenas adivinadas por el recorrido dactilar. Con esto, se produce una temporalidad diferente a la de la prisa cotidiana, en tanto recurso para lo extraordinario cuando la aparente carencia se alza como potencialidad utópica.

 

2)    Toda vez que los pies desnudos son apoyados en la tabla del escenario, estos se ubican desde sus plantas y a través de unos rieles en el piso, que constituyen una doble funcionalidad: en principio, lazarillo para los cuerpos en el espacio vacío y, finalmente, mapa de los recorridos transitados. El dibujo de la escena ya no está pensado para el diseño de una cierta composición; sino, a fin de estallar la dimensión estética, donde, según lo dicho por Marcuse, se atiende a la necesidad de placer y dolor que desborda los límites de la artisticidad.

 

3)   La iluminación acaricia los cuerpos generando atmósferas tersas, donde nuevamente se evoca la sensibilidad epidérmica. Nada de luz mercantil de aparadores. Al contrario, todo es textura, volumen. Luego, las luminarias no dejan que nadie escape al encuentro: público, acomodadores, actores, actrices y directora ponen el cuerpo.


4)  El nombre de la puesta en escena es un hallazgo: estamos en proceso de transformación siempre incompleta y abierta a la contingencia del tiempo que nos produce.


5)      La música de un violonchelo, en manos de una mujer que no puede ver, produce paisajes.




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